LONDON — Un estudio revolucionario del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres arroja nueva luz sobre cómo la enfermedad de Alzheimer afecta la percepción del dolor, abriendo posiblemente el camino hacia una mejor atención al paciente. El estudio explora el misterioso mundo del dolor en los pacientes con Alzheimer. La comprensión tradicional sugiere que las personas con Alzheimer pueden experimentar el dolor de manera diferente, y este estudio proporciona pruebas convincentes en ese sentido.
El dolor musculoesquelético crónico, un tipo de dolor que afecta a los músculos y huesos, es común entre las personas con Alzheimer, pero a menudo no se trata. Los déficits cognitivos asociados con el Alzheimer pueden dificultar que los pacientes comuniquen su dolor, dejándolo sin tratar. En este estudio, los investigadores descubrieron una vía crítica que facilita la comunicación entre las neuronas sensoriales y las microglías (las células inmunitarias en la médula espinal) en condiciones de dolor inflamatorio artrítico. Esta interacción es fundamental en la percepción y el procesamiento del dolor.
Las microglías no son solo observadores pasivos; moldean activamente la respuesta del cuerpo al dolor a través de señales moleculares específicas. Por ejemplo, la investigación resalta los efectos pro-nociceptivos (que aumentan el dolor) de la proteína Galectin-3 (Gal-3) en condiciones normales. En un cuerpo sano, las señales de dolor viajan desde el punto de lesión al sistema nervioso central, donde desencadenan una respuesta inmunitaria. Este proceso implica a Gal-3, que ayuda a transmitir las señales de dolor a la médula espinal, donde se unen a otra proteína, TLR4, para iniciar la respuesta inmunitaria.
Sin embargo, este efecto está ausente en condiciones en las que se desactiva la proteína TLR4, destacando la importancia de la proteína en el procesamiento del dolor.
Observaciones en Ratones
Los autores del estudio utilizaron un modelo de ratón que imita la enfermedad para investigar este tema. Después de inducir la artritis reumatoide, una enfermedad inflamatoria crónica, mediante la transferencia sanguínea en algunos ratones, observaron diferencias en cómo se procesan las señales de dolor en los ratones en comparación con los sanos. Observaron un aumento de la alodinia, un tipo de dolor causado por un estímulo que normalmente no provoca dolor, como respuesta a la inflamación. Además, encontraron una mayor activación de las microglías, efectos que se determinó que estaban regulados por TLR4.
Los investigadores descubrieron que estos ratones carecían de TLR4 en las células inmunitarias de su sistema nervioso central, lo que llevaba a una respuesta diferente al dolor. El estudio observó menos dolor relacionado con la inflamación de las articulaciones y una respuesta inmunitaria más débil en estos ratones.
Otro aspecto fascinante del estudio es el descubrimiento de que Gal-3 es liberada por las neuronas nociceptivas en la médula espinal, y esta liberación desencadena que las microglías adopten un perfil dependiente de TLR4, crucial para el procesamiento de las señales de dolor. Esta liberación de Gal-3 es una respuesta a la mayor actividad en el sistema nervioso debido al dolor, lo que sugiere un sistema de procesamiento de dolor altamente dinámico y receptivo.
Implicaciones para los Pacientes con Alzheimer
La profesora Marzia Malcangio, autora principal del estudio, destaca la importancia de estos hallazgos. «El dolor nociceptivo, el dolor que es resultado del daño tisular, es la segunda comorbilidad más prevalente en las personas con enfermedad de Alzheimer», dice en un comunicado. «Nuestro estudio ha demostrado que, en los ratones con Alzheimer, la capacidad del cuerpo para procesar ese dolor se altera debido a la falta de TLR4, una proteína vital para el proceso de respuesta inmunitaria en el sistema nervioso central».
Esta alteración en el procesamiento del dolor podría contribuir a los síntomas psiquiátricos del Alzheimer, subrayando la necesidad de un mejor manejo del dolor en estos pacientes. Dado que el dolor no tratado puede empeorar los síntomas psiquiátricos, comprender y abordar este problema es crucial.
«Ampliar nuestra comprensión de esta área podría, con más investigación, llevar a tratamientos más efectivos y, en última instancia, mejorar la calidad de vida de las personas», agrega Malcangio.
George Sideris-Lampretsas, el primer autor del estudio, comparte ese sentimiento, señalando que la investigación es un paso clave para ayudar a los pacientes con Alzheimer en su atención a largo plazo. «Los resultados de este estudio tienen el potencial de marcar la diferencia al identificar a Galectin-3/TLR4 como un posible objetivo terapéutico para el dolor crónico y, lo que es más importante, al crear conciencia sobre el dolor subreportado y no tratado experimentado por los pacientes», dice.
El estudio, publicado en la revista Nature Communications, fue financiado por el Programa de Investigación e Innovación Horizon 2020 de la Unión Europea.